Y después del oscilante vértigo en el paroxismo de los nervios distendidos, de noches asfixiantes, caí en un estado de profunda apatía ---- un nuevo paroxismo, esta vez de una opresiva y despótica languidez, un turbio tedio, una hiperdosificación en el intrínseco esplín de mis días. La furiosa tensión y distención de mis nervios me ha dejado fatigada; y el famélico , invencible aburrimiento, odioso oportunista, ha venido a enrarecer el aire con sus emanaciones mefíticas.
Ansiosa de algo pero incapaz de nada, sólo mi mente (como siempre) se mueve, entre las borias opresivas y los gritos aleatorios de putrefacción.
Y el gato se hecha otra vez en una cama (¿era una cama?) cae en la siesta del vinagre, y busca una cama en otra parte. Un ansioso aunque fatigado deseo de levantarme, pero ¿para qué? ¿por qué? ¿para ir a dónde? Así que dejo que la apatía haga su imperante capricho y me quedo mirando sin mirar, escuchando un errático piano, fluctuando en pensamientos fugitivos que desparecen cuando una exasperante monotonía se apodera de mi dispersa mente. ¿Que es ese maldito sonido, tan endemoniadamente regulado, tan estúpidamente repetitivo, que tanto me hace pensar en el mundo fuera de mi? Oh, es el pequeño reloj que siempre cuelga de mi cuello, siempre, como si olvidarlo o tenerlo supusiera alguna ventaja para mi existencia furiosa por ser, pero perentoria.
Relojería. Lo más preciso que puede concebirse, un dechado de regularidad. Relojería, estulta, estulta relojería. Pienso de nuevo en ese mundo... ¡qué felices estarían de tener un mecanismo como este! Sin fallas, sin variación, siempre predecible.
¿Qué fue eso? Me ha parecido que, súbitamente, momentáneamente, se ha alterado la implacable regularidad. Sonrío sin alegría. Alguien debe estar siendo señalado ahí dentro. Mejor sales, pues si no te matan ellos, lo harás tú.
Después de todo, mi pequeño reloj no es tan despreciable, con su relojería barata, a pesar de que ahora vuelva a su regularidad; ahora puedo saber que está algo defectuosa... lamento haber roto la leontina.
Dicen que los relojes suizos son los más precisos en el mundo, y puede que hasta del universo, puesto que con toda seguridad no hay nada fuera de Suecia, y quizás fuera del mundo, que halla podido concebir jamás precisión más perfecta............. Malditos suizos, no saben la abominación que crearon.
¿Qué seria de todos sin los relojes suizos? ¿O qué sería sin ningún reloj en absoluto? O mejor aún, que cada reloj anduviera a su voluntad y su capricho, trastabillando con sus ocios y exitándose con desconocidas concepciones. Entonces la existencia, la rutinaria existencia no podría ser rutinaria del todo, o nada en absoluto. La variación de los tiempos y la ignorancia de esa horrible y exigente prostituta -la hora-, harían imposible que se le exigiera a nadie una pérdida de tiempo -es decir, a nadie se le podría exigir puntualidad-. Sólo el propio deseo conseguiría un entendimiento. Y es que la prostitutas (quiero decir las horas) son una invención, una creación estulta y execrable como sólo puede serlo cuanto crea el buen hombre de sociedad, trabajador fanático de relojerías suizas. Pero ahora resulta que los relojes suizos son muy costosos y que nadie puede vivir sin un reloj.
Si ese fuera el caso... me gustaría tener dinero suficiente para comprar relojes, todos los relojes poisbles sin importar su fealdad o tosquedad, sin apreciar más a aquellos que poseyeran la belleza de lo arcaico.... porque todos son relojes, todos miden el tiempo, y por lo tanto tengo mucho tiempo para todas las estrafalarias pretensiones de mi estrafalaria personalidad, famélica de infinito. Sí, más y más relojes para mi hastío; tiempo y tiempo y tiempo para mi sed de inmortalidad.
"Eheu, fugaces, posthume, posthume,
labantur anni» *
Entonces no tendría nada más que ingenuidad, o estupidez, o ambas.
Como sea, y olvidando las inconsistencias, digo, como Cioran, que hay dos cosas que siempre me causaron histeria metafísica: un reloj que no funciona, y un reloj que funciona.
ARTificial Absinthe
*(Horacio)
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